¡Cuidado, bebé a bordo!

Cómo afectan al feto el alcohol, las drogas, el tabaco y el estrés materno

Aunque nada puede garantizar al 100% que un bebé nazca completamente sano, los hábitos de la madre tienen un gran impacto sobre el desarrollo fetal. Éste dependerá, sobre todo, del estilo de vida y de la alimentación de la futura madre.

(reportaje publicado en la revista MUY Interesante)embarazo

Bruno acaba de cumplir un mes. Es pequeño, morenito, suave y blando; con olor rico a inocencia y a ternura, a bebé. Tiene los ojos grandes y oscuros, y mira a su alrededor que parece entender el mundo. Le gusta quedarse dormido acostado sobre el pecho de su madre. Oír sus latidos lo tranquiliza, le resulta casi hipnótico, lo calma. Y, a veces, da la sensación de que sonríe, complacido. Otras, está inquieto y busca mimos; que lo toquen, que lo acaricien y que le hablen. “Ya verás qué bien nos lo vamos a pasar, Brunillo”, le asegura cariñosa su madre mientras le pasa un dedo por el moflete.

Bruno nació por parto natural hace apenas unas semanas. Sus padres, María y Diego, primerizos, llevaban meses leyendo sobre las ventajas que tenía para el niño nacer de esta forma y decidieron probar la experiencia. Y así fue como el 12 de setiembre, tras 12 horas de esfuerzos, llegó Bruno con 3500 gramos y 50,5 cm. Completamente perfecto, sano. Acababa así un proceso complejísimo que había comenzado 40 semanas antes, cuando un espermatozoide de Diego había llegado hasta el óvulo de María y lo había fecundado.

A partir de ese momento y a lo largo de nueve meses, el cuerpo de María se transformó, se metamorfoseó; sus órganos emigraron hacia otras regiones, se amontonaron unos contra otros, para dejar libre un espacio en el que, a una velocidad de vértigo, el cigoto, a través de una serie de complejos mecanismos de diferenciación y proliferación celular, se fue transformando en un organismo complejo, con tejidos altamente especializados. Y el resultado es Bruno. Como el de María, la mayoría de gestaciones están libres de complicaciones; el feto se desarrolla sano y se prepara para la vida fuera del cuerpo de su madre.


“Cuando me enteré de que estaba embarazada, comencé a leer un montón de cosas sobre el embarazo, sobre cómo debía alimentarme, sobre qué cosas podían afectar positivamente al desarrollo del niño y qué negativamente -recuerda María-. Me cuidé un poco más, intenté comer mejor, hacer un poco de ejercicio ligero, como nadar o caminar, y no estresarme demasiado. Pero tampoco quise llegar a obsesionarme, no creo que sea bueno”.

No obstante, el embarazo es un proceso de gran complejidad y existe un sinfín de factores genéticos y ambientales que pueden afectar y condicionar el crecimiento del futuro bebé. Para empezar, la edad de la madre; las mujeres menores de 15 años tienen seis veces más riesgos de que el feto muera durante la gestación que las mayores de 20; asimismo, los embarazos que se producen en los tres años siguientes a la primera regla pueden comportar complicaciones, como anemia, hipertensión o partos prolongados. Las madres maduras tampoco están exentas de peligros, aunque no tanto por la edad en sí como se suele creer, sino por el número de embarazos anteriores, su disposición genética, su historia médica, el estilo de vida y la nutrición. El lugar de residencia es otro factor a tener en cuenta, ya que, por estadística se sabe que las mujeres que viven en áreas metropolitanas, por lo general, suelen acudir a más consultas que las que pertenecen a entornos rurales, que tienen menos oportunidades de recibir cuidados especializados y que presentan mayor incidencia de mortalidad.

Luego están las enfermedades genéticas, que suponen entre un 2% y un % de los embarazos, así como un retraso en el crecimiento, posibles malformaciones y la prematuridad, que, si bien no afecta directamente al feto, sí puede acarrearle inconvenientes, como por ejemplo infecciones capaces de acbar perjudicando el desarrollo del sistema nervioso. Pero que un bebé nazca sano y bien formado depende también de otros factores y sustancias; el alcohol, el tabaco, las drogas y la alimentación; las radiaciones, los químicos como los pesticidas y la contaminación ambiental, son capaces de provocar anomalías congénitas, malformaciones e incluso la muerte. Aunque, aún se sabe muy poco sobre cómo afectan, porque para demostrar el impacto que tiene una sustancia durante el embarazo se necesitan estudios a muy largo plazo.

“Mamá, no me fumes”

Desde hace algunos años, el ministerio de sanidad y las consejerías de salud de las distintas comunidades españoles ponen en marcha campañas para concienciar y prevenir el hábito del tabaco entre las madres embarazadas y en las familias con niños. Y es que, a pesar de la abundante cantidad de información que existe sobre los efectos negativos que fumar puede ejercer sobre el feto durante el embarazo, son muchas las mujeres embarazadas no dejan el cigarrillo. De la misma forma que la inhalación de tabaco para los fumadores conlleva riesgos de padecer cáncer, enfermedades respiratorias y cardíacas, los fetos también respiran ese humo a través de la sangre de su madre y pueden, por tanto, desarrollar estas dolencias o incluso morir. El prestigioso Royal College of Physicians and Surgeons norteamericano estima que el tabaco induce unos 4.000 abortos naturales cada año sólo en los Estados Unidos y que muchos bebés nacen con daños irreversibles.

Y es que contiene tóxicos, como el monóxido de carbono y la nicotina, que privan al feto del aporte de oxígeno que necesita para desarrollarse y crecer. El monóxido de carbono envuelve a la hemoglobina -que es la encargada de transportar el oxígeno hasta los órganos a través de la corriente sanguínea- y forma un compuesto, la  carboxihemoglobina, capaz de atravesar la placenta y de reducir el aporte de oxígeno al feto. La nicotina tiene un efecto similar; provoca una vasoconstricción generalizada, que deja sin aporte de sangre al útero, por lo que el suministro de oxígeno al feto también se reduce.

“El primer trimestre es quizás el momento más crítico –explica María Isabel Acien, profesora de la Universidad Miguel Hernández (UMH)-, puesto que es cuando se produce la formación del embrión o embriogénesis. Es el periodo en el que se pasa de ser una célula pequeña a desarrollar todas las estructuras que forman a una persona. Eso ocurre alrededor de la semana 9 o 10. Si cuando se está formando el embrión, se le priva de oxígeno, puede provocar que una parte del cuerpo, por ejemplo, no se acabe de formar”.

El tabaco también afecta a la programación de los genes del bebé. Una vez acabada la fase de formación, se pasa a la de maduración, en la que los órganos aprenden a funcionar. “Si tienes una sustancia que te sube la tensión arterial, como es el caso del tabaco, en la segunda mitad del embarazo, que es cuando el corazón y el sistema cardiovascular se están programando, si se acostumbran a funcionar con una tensión más alta, puede provocar más riesgos de padecer tensión arterial en el futuro y eso acrotará la esperanza de vida de su hijo a largo plazo”, apunta Eduard Gratacós, jefe del Servicio de Medicina Maternofetal del Hospital Clínic de Barcelona desde 2005 y profesor titular de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Barcelona (UB).

Total, por una copa…

Como dice el anuncio de televisión, el total cuenta y mucho. Sobre todo si se refiere al alcohol y al desarrollo del niño. El alcohol es simplemente nefasto para el bebé; es la primera causa no genética de retraso mental, además aumenta el riesgo de que aparezcan defectos congénitos físicos; puede disminuir el cociente intelectual de los futuros niños y provocar problemas de aprendizaje, hiperactividad. Y para ello, no hace falta emborracharse cada día; incluso un consumo moderado de vino o de cerveza es capaz de inferir en la formación del feto y de provocarle alteraciones neuropsicológicas, disfunciones en su desarrollo y comportamiento; también está relacionado con abortos espontáneos.

En otros países, como Japón o Francia, es frecuente que los envases de bebidas alcohólicas tengan el dibujo de una mujer embarazada tachado desd ehace tiempo, mientras que en España existe mayor tolerancia y laxitud. “Aquí no se dice nada –se lamenta Santiago García-Tornel, jefe clínico de pediatría del Hospital infantil Sant Joan de Déu-. No hay avisos en las botellas ni campañas de concienciación. Pero lo cierto es que el alcohol es un tóxico que afecta al desarrollo del sistema nervioso del feto. ¡Es fatal para el niño! Y eso empezamos a notarlo ya en los hospitales. Cada vez hay más niños diagnosticados con trastornos de déficit de atención, hiperactivos. Son críos que presentan desde retraso mental hasta problemas de aprendizaje. El problema es que no sabes la causa y quizás sea porque la madre tomó alcohol”

El etanol, el alcohol etílico que le da la graduación a las bebidas, es el origen de todos los males. Es tóxico y su consumo durante el embarazo y, en especial, durante los dos primeros meses tras la concepción comporta un riesgo elevado para el feto. A nivel celular, el alcohol puede perturbar la síntesis de proteínas y provocar un retraso del crecimiento celcular con severas consecuencias para el desarrollo del cerebro del feto. Los niños que han ‘bebido’ vino, cerveza u otros líquidos con graduación alcohólica suelen nacer con un peso algo inferior; “puede que su sistema psicomotor no sea del todo correcto ni que tampoco sean especialmente listos. Suelen ser niños irritables, con dislexia al hablar, déficits de atención y otras pequeñas sutilezas”, explica la doctora María Isabel Cien, profesora de obstetricia y ginecología de la Universidad Miguel Hernández (UMH).

Pero entonces, ¿una copa de vino es malo? ¿O una cerveza puede perjudicar gravemente a nuestro hijo? La respuesta es que no se sabe. Los científicos desconocen cuál es la cantidad a partir de la cual un tóxico como el alcohol afecta al niño. Existen estudios que han relacionado la ingesta de un par de copas de vino al día con bebés que nacen con un peso bajo. Y a partir de cinco copas o más diarias, el feto se ve afectado por el Síndrome del Alcohol Fetal (SAF); suelen ser bebés con rasgos muy marcados, como labios muy finos, orejas caídas, narices chatas, que presentan problemas neurocognitivos graves. “Está demostrado que el consumo de alcohol regular durante el embarazo es contraproducente para el feto – insiste el jefe del servicio de neurología infantil del Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona, Jaime Campistol-. No existe un umbral, no se puede decir que a partir de dos vasos de vino o de una cerveza comienza a producir efectos negativos. Depende de la sensibilidad de cada madre, de la placenta, del feto”. Sin embargo, los problemas causados por el consumo moderado de alcohol son difíciles de detectar, puesto que no comienzan a verse hasta que los niños tienen cinco o seis años, cuando empiezan a surgir las primeras dificultades para el aprendizaje y es difícil achacar esas dificultades de los chavales a una sola causa”.

“La mejor recomendación es la abstinencia –sentencia Eduard Gratacós, de la Maternitat-. Hay un razonamiento que es muy sencillo y que guía nuestro consejo en el hospital [Clínic, de Barcelona] y es que lo que no le darías a un bebé, no se lo des al feto. Es cierto que, probablemente, por una copa de vino que beba la madre, no le pasará nada al feto, pero, ¿le darías una copa de vino a tu bebé? Es simplemente una cuestión de sentido común”.

Bebés  ‘colocados’

En 1991, el equipo de especialistas en medicina maternofetal del Hospital Clínic de Barcelona, entre los que se encotraba Eduard Gratacós, publicó el primer caso documentado en que se demostraban los efectos del consumo de coca sobre el feto. “Presentamos el caso de un feto que había muerto tras haber sufrido microinfartos cerebrales de forma masiva porque la madre había esnifado una ralla de coca a las 35 semanas”. A diferencia del alcohol y del tabaco, de los que existe evidencia científica sobre los efectos que producen pero de los que resulta imposible cuantificar a partir de qué cantidad resultan tóxicos para el feto, numeras investigaciones han demostrado la influencia nefasta de las drogas sobre el desarrollo fetal.

“La coca es absolutamente tóxica para el feto, está más que demostrado científicamente –alerta Gratacós-. Tiene unos efectos a largo plazo incuestionables; alteraciones en el neurodesarrollo y alteraciones cognitivias de la propia relación del niño con el mundo.

Produce hipertensión y vasoconstricción, lo que puede hacer que presenten lesiones cerebrales importantes, desde retardos mentales graves, parálisis cerebral, epilepsias o microcefalias, hasta que parte del cerebro se necrose y muera”.

Como ocurre con el resto de sustancias tóxicas, las 12 primeras semanas de gestación son las de mayor susceptibilidad, porque es cuando se forman todos los órganos, por lo que el consumo de coca durante ese tiempo podría hacer que al niño le faltase algún miembro. “Si, por ejemplo, se cierra un vaso que irriga sangre a la placenta y en ese momento se está desarrollando el corazón, algunas células podrían morir, de manera que al bebé podría faltarle un trozo de corazón o una válvula”, explica Cien, de la UMH. Los embarazos de las mujeres que toman coca suelen ser más cortos; tienen un riesgo mayor de tener partos prematuros, abortos y desprendimientos de placenta. “[Esta droga] tiene efectos psicotrópicos y es capaz de destruir personas, de anular su personalidad. Los efectos a largo plazo en el feto son incuestionables. Produce unas alteraciones profundas e irreparables en el neurodesarrollo y también neurocognitivas –sentencia Gratacós-. Provoca problemas psiquiátricos, de relación con el mundo”.

Y, sin embargo, y por paradójico que resulte, el consumo de coca es más frecuente entre las embarazadas españolas que el consumo de alcohol, alertan los médicos consultados por MUY. Y no es de extrañar puesto que España es, de hecho, uno de los países europeos en los que más se consume esta droga. “Hay embarazadas que llegan al hospital en buen estado, con buena apariencia, que parecen personas responsables y, sin embargo, consumen cocaína –explica María Isabel Cien-. A pesar de sospechemos, en el hospital no les podemos hacer un análisis para comprobar si toman o no, a menos que te den autorización o que consigamos un permiso judicial. Con el feto es otra historia; cuando nace sí se le puede hacer un análisis de orina. Si se le encuentra coca o cualquier otro tóxico, se avisa a servicios sociales y le retiran la custodia a la madre”.

Los efectos de la heroína son diferentes. Como ocurre con la coca, el “caballo” también tiene un efecto inmediato sobre el bebé antes de nacer, puesto que infieren en la formación del cerebro y del sistema nervioso. Además, les genera una fuerte adicción y síndrome de abstinencia, de manera que hay que tratarlos para que superen “el mono”, como si fueran drogadictos. “La heroína tiene efectos a largo plazo en la programación cerebral, en cómo se han formado las conexiones en el cerebro del bebé, que durante el embarazo ha estado bañado en opiáceos. De la misma manera que si un niño crece en un entorno determinado eso puede condicionarlo para que acabe siendo un inadaptado social, un feto que, cuando se estaba formando, ha consumido heroína tiene una probabilidad muy alta de que su cerebro tenga una serie de mecanismos que no acaben de funcionar de forma correcta”, explica Gratacós. Hay otros tóxicos menos conocidos pero que también tienen efectos importantísimos sobre el desarrollo del sistema nervioso fetal, como los psicotrópicos. El LSD y sus derivados, que son alucinógenos y producen pseudopsicosis, estados patológicos de alucinaciones.

La importancia de comer bien

La alimentación es otro de puntos clave durante el embarazo. De hecho, el peso y la talla al nacer se deben, sobre todo, al estado nutricional del bebé. Si la mujer lleva una dieta desequilibrada que carece de los nutrientes necesarios, puede tener una influencia negativa sobre el genoma fetal y condicionar la salud futura de su hijo. O al menos eso es lo que sostiene una teoría desarrollada recientemente y que busca en la nutrición fetal el origen de algunas de las enfermedades que padecen los adultos. Según esta teoría, por ejemplo, un desequilibrio durante el embarazo puede predisponernos a padecer enfermedades metabólicas, endocrinas y cardiovasculares en la edad adulta.

La nutrición es, de hecho, uno de los factores que regulan el crecimiento intrauterino y es importante que las madres sigan una dieta rica y variada. “Al principio, Diego y yo hacíamos una lista con lo que teníamos que comer cada semana, con las raciones de verdura y fruta, o las de huevo e intentábamos cumplirlo. Aunque a veces era un poco difícil de seguir, porque tenía que quedarme más tiempo en el trabajo y a lo mejor me tocaba comer un bocadillo. En esos casos, intentaba que al menos fuera vegetal”, recuerda María.

Que la madre esté desnutrida y que no ingiera la cantidad de alimentos que necesita el feto para crecer, como ocurre en los países en vías de desarrollo, donde la incidencia de bajo peso al nacer es del 18% en comparación con los industrializados, donde es tres veces menos, está asociado a un retraso del crecimiento intrauterino, a un mayor riesgo de muerte neonatal y a la aparición de alteraciones en el desarrollo físico y mental del niño. Una mala alimentación, que no aporte al feto los elementos necesarios, puede comportar graves problemas de malformación. Algunos defectos del tubo neural, como la espina bífida, que originan alteraciones neurológicas que van desde algún trastorno motor hasta la parálisis cerebral tienen que ver con deficiencias nutricionales y, en concreto, con un déficit de ácido fólico. Otro elemento que tiene un papel decisivo es el yodo. “Cada vez se diagnostican más casos de niños con problemas y trastornos neuropsicológicos y se relacionan con el déficit de yodo durante la gestación. Desde hace algún tiempo, las sociedades científicas de todo el mundo aconsejan un suplemento de yodo a la mujer embarazada para prevenir así el cretinismo, síndromes intermedios o sutilezas”, indica María Isabel Cien. Este elemento es esencial para que se establezcan de forma correcta las conexiones neuronales del sistema nervioso del feto. Está presente en el pescado, la sal marina y la leche animal, las algas y algunos vegetales; se recomienda que las embarazadas consuman un mínimo de tres porciones de pescado a la semana.

Lo ideal, aconseja esta ginecóloga, es que la mujer siga una buena alimentación, en la que incluya más proteínas de las que serían necesarias en una dieta normal –sobre todo más pescado-, así una ingesta superior de leche y de queso, para obtener calcio, así como de fruta y verdura, para tener vitaminas y fibras de origen vegetal. Y, aunque no se puede asegurar al ciento por ciento el éxito de un embarazo, lo cierto es que el buen comportamiento de la madre puede ayudar a que el niño cuente con las mejores condiciones posibles para desarrollarse. “Si una mujer lleva una vida sana y una alimentación equilibrada, tiene una probabilidad altísima de que todo vaya bien, sobre el 80% de garantías de éxito. Tiene un 15% de padecer problemas menores, como anemias; y tan sólo un 5% de los casos requieren intervenciones médicas”, el experto en medicina maternofetal Eduard Gratacós.

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Mujeres al borde de un ataque de nervios

Aunque no se ha demostrado científicamente que el estrés de la madre afecte al feto, evidentemente lo más aconsejable es que la mujer esté lo más relajada posible. Durante el primer trimestre, la embarazada siente naúseas y va muy cansada, y hacia el final del embarazo, tiene una gran sobrecarga en la columna vertebral por el peso en el abdomen, y las piernas hinchadas, de manera que no puede rendir igual en el trabajo. Aunque hay empresas que le bajan el ritmo a sus empleadas, otras, en cambio, le mantienen la misma intensidad de actividad. “Lo más aconsejable es que lleven una vida ordenada, que intenten dormir ocho horas, que caminen un poco cada día o hagan natación –aconseja Cien, de la UMH-. Que disminuyan el grado de estrés por el trabajo, porque  afecta a la madre, que si está muy nerviosa, ni duerme ni se alimenta igual. Además, libera factores de estrés que llegan al feto y a través de la sangre y que pueden hacerlo sentir no demasiado cómodo”.El estrés, además, puede influir en la duración del embarazo.

Música

A Sylvia y a Fernando les encanta la música, tanto que cuando supieron que estaban embarazados, compraron unos cascos y comenzaron ya a ponerle canciones a Brais. Además, crearon un blog y fueron colgando fotos de todo el proceso, y en muchas aparece la “barriga” de Sylvia escuchando un iPod. La música relaja y reconforta y se suele decir que estimula positivamente al feto; existen en el mercado una gran cantidad de aparatos para que el bebé escuche música antes de nacer, e incluso recomiendan algunos tipos de melodías, pero lo cierto es que no se ha demostrado científicamente que el feto pueda oírla. “Si entiendes cómo está formado el cerebro, sabes que lo de la música durante el embarazo es una patraña. Es pseudociencia y no ciencia”, afirma con rotundidad Eduard Gratacós. “La música que le llega al feto está distorsionada –prosigue este especialista en medicina maternofetal-, además, ¿cuándo le pones música? Un feto duerme unas 20 horas al día, ¿lo vas a despertar para que la escuche? Eso no resulta demasiado aconsejable”.

Dentro del útero, el feto percibe sonidos apaciguados por el líquido amniótico, las paredes del útero, los intestinos, los músculos abdonimales y la piel. El más frecuente es el de la voz materna y los ruidos internos del cuerpo, como el contenido de los intestinos en su recorrido o la pulsatilidad de las arterias más grandes. Hasta el séptimo mes, el feto no completa la maduración de su aparato auditivo, aunque a partir de las 24 semanas de gestación es capaz de responder a estímulos de mediana intensidad. Y se ha visto que la música estridente, los bocinazos de los coches, o los motores de una fábrica pueden provocarle sobresaltos. Para Jaime Campistol, neurólogo infantil del hospital Sant Joan de Déu, “no hay ninguna evidencia científica de que con la música el feto evolucione mejor, aunque se ha visto que sí reacciona ante estímulos musicales sonoros. Los efectos positivos de la música son para la madre, que mejora su sensación de bienestar”.

Estimulación prenatal

Según algunos psicólogos, un bebé estimulado antes de nacer tendrá mayores aptitudes para socializarse. Argumentan que determinadas circunstancias y ambientes que rodean a la pareja, y en especial a la madre durante el embarazo, pueden originar actitudes y cualidades de los niños; el bebé desarrolla los cinco sentidos a lo largo del embarazo, lo que permite que sintonicen e interactúen con el medio que lo rodea y con la madre. Por eso, hay especialistas que apuntan que la madre le transmite al hijo sensaciones físicas, emociones, que quedan grabadas en su cerebro. Incluso hay investigacions que apuntan que los niños estimulados durante el embarazo tienen mayores capacidades de atención, de cognición e incluso de socialización que los que no lo están, aunque no existe un consenso en la comunidad científica sobre la utilidad y la eficacia de la estimulación prenatal.

¿Una taza de café?

Un café para despertarnos por la mañana, otro después de comer y quizás un tercero para merendar, a media tarde. Es un placer y también una de las bebidas más populares del planeta. Y sin embargo, en muchas culturas está considerado una droga. La cafeína, una sustancia química alcaloide capaz de contrarrestar la fatiga y despejarnos, no sólo se haya presente en el café, sino también en numerosos medicamentos, como la aspirina, la fenacetina y la codeínas, así como en otras bebidas que se consumen de forma habitual, como el té y los refrescos de cola. En cantidades moderadas, no hay problema, pero un consumo elevado de cafeína puede afectar al feto; es capaz de atravesar la placenta e inundar la sangre y los tejidos del feto. Y está relacionada con abortos espontáneos, partos prematuros, niños con poco peso e incluso malformaciones. Asimismo, puede provocar dificultades a las madres para quedarse embarazadas e incluso infertilidad. “Recuerdo que leí por internet que la cafeína estaba relacionada con los abortos y decidí cambiar el café con leche de la mañana por un zumo de naranja natural –dice María, la mamá de Bruno-. Puede que una sola taza al día no fuera nada peligrosa, pero prefería evitar cualquier peligro”.

4 Respuestas a “¡Cuidado, bebé a bordo!

  1. Sí…. descerebrados hay en todas partes… Como bien dices, cualquiera puede ser madre (y padre). Hasta para las chorradas más chorradas te piden un examen y una valoración y un carnet y un todo, y para esto nada… Conozco a gente que se bebe una copita de vino con la paella los domingos «porque no va a pasar nada por una copa», e incluso cervecitas de vez en cuando…

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