Artistas enredados

Àlex Garcia

Artitas enredados. Fotos: Àlex Garcia

El arte ya no es lo que era. Los canales de distribución y los hábitos de consumo están cambiando: se pueden escuchar los nuevos temas de un artista a través de internet mucho antes de que saque el disco; ver un concierto que se grabó en la otra punta del mundo; disfrutar de una sesión de cine o descubrir a un autor de novelas; escuchar a grupos de vanguardia a través de MySpace; incluso mirar tráilers de libros en YouTube. Es la nueva hornada de artistas de la red y en la red.

(Reportaje publicado en el suplemento ES, de La Vanguardia:

Éste podría ser un domingo por la tarde cualquiera, de esos en los que el tiempo pesa y la sombra del lunes crece y crece hasta hacerse insoportable; una de esos domingos por la tarde en los que lo único que apetece es quedarse en casa, repantingado en el sofá, haciendo zápping medio adormilado u ojeando el magazine; o escoger una peli al azar de la cartelera y huir al cine, para ver si así se disipa la angustia de saber que al día siguiente comienza de nuevo todo. Pero hoy no es domingo, sino sábado. Y aunque mañana no empieza la semana, la ansiedad porque el día de libertad acabe bloquea al jugador de futbolín, un personaje de ficción que desde hace algunas semanas se pasea por la Red, como hoy lo hace por este reportaje.

Así es que hoy, nuestro muñeco de madera, en lugar de estar en la cola del cine, con las palomitas en la una mano y la entrada en la otra, se sitúa frente al ordenador; dando saltos, consigue teclear http://www.notodofilmfest.com, y se acomoda para ver una sesión de cortos muy cortos. El primero es Atracciones, del joven realizador catalán Oriol Puig, “la historia de amor de una pareja que quiere comenzar su relación con toda la verdad por delante, por muy dolorosa e íntima que ésta sea” contada en sólo tres minutos.


“No hago cortos pensados exclusivamente para Internet –explica Puig-. Empecé para aprender cine, porque suele ser más fácil hacer un corto que algo con un guión muy largo. Y en ese sentido, las bases del Notodofilmfest me iban al dedo: pedían piezas de tres minutos, no tenías la presión de tener que gastarte mucho dinero y la difusión era mayor que con los canales convencionales”. Así fue como, casi sin comerlo ni beberlo, y casi sin ninguna experiencia en esto del cine, a Oriol le empezaron a llover los premios. Primero quedó finalista con Zapatos limpios en 2006 y al año siguiente se llevó el primer galardón con Atracciones. “Lo cierto es que he hecho muy pocos cortos –confiesa-. Y empecé por el concurso, que se convirtió en una especie de test para ver qué tal se me daba lo de hacer cine. No tenía ningún tipos de pretensión, tan sólo aprender y disfrutar, que ya es mucho”.

En Zapatos limpios , el equipo de rodaje estaba formado por tres personas: el propio Oriol, que hacía de cámara y guionista, además de vigilar la luz, el sonido y todo lo demás, .y.. dos actores. Y a pesar de los pocos recursos, se coló entre los mejores y se llevó a casa el segundo premio en el Notodofilmfest, lo que le supuso 15.000 euros y una beca de estudios de cuatro semanas en la New York Film Academy de Estados Unidos. Para el segundo cortometraje, amplió equipo. “Tenía incluso director de foto, un eléctrico, un chico que me ayudaba con el sonido y dos actores –recuerda-. Grabábamos en vídeo; si hubiéramos tenido que hacerlo en formaro cine, hubiéramos necesitado mucha más gente, claro. De hecho, no hubiéramos podido hacerlo, porque no había presupuesto sufuciente. Además, en cine luego necesita pasar por posproducción en un laboratorio, lo que encarece aún más el proyecto”.

El jugador de futbolín ojea un par de cortos más. Todos comparten el mismo formato, están hechos con cuatro duros y detrás hay muchas buenas intenciones y en algunos casos, genialidades. Cada vez hay más jóvenes realizadores que se lanzan a rodar sus ideas de esta manera, con cámaras domésticas o de vídeo semi profesionales, para luego colgarlas en internet. “Es complicadísimo colar un corto en una sala de cine, da igual que sea barato o caro, a no ser que se trate de un festival. En cambio, lo bueno de internet es que es inmediato; lo haces y lo cuelgas, y lo ve muchísima más gente”, considera Puig, que anda estos días rodando el que será su quinto proyecto, “una historia sobre un comercial gris, de unos 40 años, al que abandona su mujer y que para superar su soledad se va a un bar de intercambio lingüístico. Es una comedia”. el jugador de futbolín esboza una sonrisa cómplice; algo de aquel argumento le suena familiar.

Y aunque no hace cortos para internet, lo cierto es que Puig los hace pensando que se verán por Internet. “Cuando miras vídeos o envías virales, la imagen se ve en pequeño, por lo que mejor no poner planos muy generales, por ejemplo. Es mejor, quizás, currarte algunos detalles, porque sabes que después, con las limitaciones técnicas del YouTube, si no, esos planos se van a perder. Una ventaja que tiene Internet es que cuando dispones de pocos medios, se disimula mejor el salto de calidad en las imágenes. Incluso queda más vistoso que colgado en una gran pantalla; en el cine, los defectos se hacen mucho mayores”. El jugador de fubolín lo escucha atento, entonces se da cuenta de que es tarde. Quiere ir a ver a una banda que ha descubierto hace poco por internet. Se levanta de un salto y sale pitando; se deja el ordenador encendido; en la pantalla, los columpios de una feria giran y giran.

Los músicos que soñaban con tocar

Me dices que nada es fácil y otra vez siento arena en los ojos … Suenan los primeros acordes de uno de los temas de los Max Extrella. Llevan una hora ensayando en su local del Poblenou, donde cada fin de semana le echan horas, muchas, a la música. El jugador de furtbolín llega tarde; sigiloso, se cuela en la sala y se sienta junto a Gabi, el teclista de este cuarteto de electro pop-rock que nació, en buena medida, gracias a Internet. Dani , el cantante y líder de la formación, mira de reojo al amplificador y ve al jugador, allí sentado, y se extraña. Con los brazos un poco en aspa y vestido con la camiseta del Barça, el muñeco animado escucha atento el nuevo single del grupo. Cuando acaban, les espeta “¡Un temazo!” y se excusa por no aplaudir; la postura no se lo permite, dice.

“Max Estrella somos cuatro músicos que estamos juntos desde hace menos de un año –explica Dani, que lleva la voz cantante, literal y metafóricamente-, aunque el grupo en realidad nació en 2005, con otros componentes que ahora ya no están. En mayo de 2007 la banda se desmorona y Sergio [argentino y bajista] y yo empezamos a buscar gente e incorporamos a Gabi [sevillano encargado de los teclados y de los sonidos raros] y a Leo [el batería uruguayo]”. Se conocieron por Internet, dejando mensajes a través de una página web especializada en música, una especie de tablón de anuncios para artistas. “’Buscamos batería para banda de indie pop rock’”, recuerda Leo que decía el anunció al que contestó. “¡Nuestras vidas nunca se hubieran cruzado sin Internet!”, exclama Dani en un tono melodramático y todos estallan en risas. “¡Pero si es verdad! A Sergio lo contacté así en 2003. El caso de Leo fue diferente: pujamos por él en una subasta. ¡Pero poco!”, añade, y todos vuelven a reír. Gabi, en cambio, llegó por un canal más tradicional: lo conocieron en una fiesta. Pero antes que Leo y Gabi hubo otros, a quienes también encontraron en la red, pero que no funcionaron. “Es el medio más común para encontrar a músicos. A medida que te haces mayor, es cada vez más difícil encontrar a gente que quiera tocar; poner anuncios en tiendas o en escuelas de música o locales, sería mucho más lento”, explica Sergio.

Dani se acerca al mp3, comprueba que Arena en los ojos, el tema que acaban de tocar, se ha grabado bien y se dispone a subirlo a la red Ya tienen cuatro temas acabados y uno, precioso, al que sólo le falta que le pongan la letra. Están todos en su página de Myspace, http://www.myspace.com/maxestrellaband, una especie de escaparate desde el que muestran lo que saben hacer. “Hay dos sectores que han sabido moverse del mundo real a internet –considera Dani-. Uno han sido los viajes, porque ahora todo el mundo compra los billetes de avión o reserva hoteles a través de la web; y el otro es la música.Las discográficas que no están en internet mueren. Ahora ya no hay que estar en una tienda, hay que estar en internet, y el dinero viene con los directos ahora no con las ventas”. El resto de los Max Estrella asienten.

“El consumo de música ha cambiado. Tú descubres un grupo, te gusta, te lo bajas y los escuchas. Y seguramente vas al concierto. Y si te gusta mucho, te compras el cd. Hay álbumes que vale la pena comprar, que son como obras de arte y quieres tenerlos, para tocar el librito, ver las fotos, y un poco por fetichismo”, opina Gabi. También la industria de la música están en pleno proceso de metamorfosis. Ahora ya no les piden a los grupos las maquetas grabadas en un cd para ver si tienen o no posibilidades o para contratarlos para una actuación. Ahora, lo que se lleva es dar directamente la dirección del MySpace de cada banda.

“Hay que estar en internet. ¡Todo el mundo está! Y es una manera fácil para que te conozcan –añade dicharachero Sergio-. Nosotros casi sin quererlo tenemos casi 6000 visitas y eso que hace poco que tenemos la página. Si no es por internet, es superdifícil que te conozcan. En la radio sólo suenan los artistas más populares”. El jugador de furbolín mira a Sergio algo incrédulo. ¿Cómo se van a hacer oír entre los millones de grupos que hay en internet? “Si eres bueno, tienes calidad, te escuchan”, segura convencido Sergio y explica, además, algunos de los trucos que tienen para no dejar de sonar. “En los conciertos, les pedimos a la gente el mail, y cuando vamos a tocar en directo o colgamos un nuevo single, le mandamos un correo”.

También les han pasado cosas curiosas a través de Myspace. Hace poco les contactó un grupo de Nueva York para que colaborasen en su gira y estos días tratan de acabar de perfilar una gira por los países escandinavos. “¡No sólo por las suecas, ¿eh?! -exclaman entre risas-. Suecia, Noruega y Finlandia son los tres estados que más internet consumen y estamos montando una serue de conciertos por allí, contactando con distribuidoras, todo a través de internet”. Los Max Estrella siguen ensayando; tienen que acabar de ponerle letra al último tema que han compuesto; mientras, el jugador de futbolín se escabulle hasta la puerta y desaparece. A eso de las nueve, deciden acabar; recogen sus bártulos y se van a tomar unas tapas. Al entrar en uno de los pocos bares que hay en el barrio, Dani mira extrañado a la barra. “¡¿Pero otra vez tú ?!”, le espeta al jugador de futbolín, que en ese momento está a punto de sumergirse en una caña de cerveza. El muñeco se gira lento y lo mira, algo triste, se sitúa junto a él, y entonces, con el calor que le proporciona el alcohol, decide explicarle su historia.

El jugador de futbolín que quería correr la banda

Siempre quiso correr por la banda, deshacerse de aquella barra de hierro que le atravesaba las entrañas y avanzar raúdo por el lateral del campo hasta colarse en la portería. Pero lo cierto era que desde que vio la luz, hace ya unos cuantos años, le había tocado estar en el centro, sin pena ni gloria, y las únicas grandes jugadas con las que podía soñar eran desplazarse de izquierda a derecha, o viceversa, hacer el molinillo, en el peor de los casos, cuando caía en manos de algún inexperto; y, en el mejor, que el balón pasara rozándole las piernas y pudiera hacer una buena pasada o incluso marcar algún gol. En alguna ocasión había ocurrido, sí, pero… ¡si al menos le hubiera tocado ser portero o delantero!

Llevaba un tiempo pensando que ya no aguantaba más. Por eso, esta mañana ha decidido escaparse y empezar a experimentar la vida: desde las cosas más triviales, como darse una vuelta por la Barceloneta, remojarse los pies en la playa o tomarse una paella y unas cañas; hasta ir a un partido del Barça o enamorarse de una Barbie. “Se trata de una especie de metáfora sobre la libertad, sobre el indivualismo”, explica Ramon Pardina, el artífice que ha conseguido insuflarle vida a este muñeco, como hiciera el viejo Gepetto con Pinocho. Publicista por necesidad y escritor por vocación, Pardina coge al jugador y le seca con una servilleta la cerveza que se le ha quedado por la cara. “¡Es que no tiene control”, exclama entre risas, mientras se guarda con cuidado en la mochila al protagonista del último cuento del libro de relatos que acaba de publicar, El jugador de futbolí que volia córrer la banda (Ed. La Busca, 2007).

“Quise imaginar a un jugador de futbolín que comienza a disfrutar de las cosas de la vida, que se escapa de la rutina diaria en el campo de fútbol de madera. ¿Qué haría si saliera a la realidad y descubriera cosas interesantes?”. Y eso es lo que ha tratado de recrear este joven escritor treinteañero para promocionar éste, su segundo libro. “El problema de publicar en una editorial pequeña es que no cuenta con los medios de promoción que tienen las grandes. Mi libro no va a salir reseñado en los diarios, ni estará en el escaparate del FNAC. Por eso, se me ocurrió que podría hacer la promo un poco a mi manera”.

Convenció a Ramon Balagué, un realizador al que conocía de haber trabajado en varios proyectos de publicidad, le propuso aquel encargo tan especial y, a partir de entonces, elaboraron un mini script y quedaron un domingo para grabar un spot. “La actitud es ésta: hacerlo de la forma más lúdica posible –explica Balagué-. Hacerlo ‘casero’, con un presupuesto mínimo, de la forma más sencilla posible: con una cámara pequeña, sin trípode, sin complicaciones. Este tipo de rodaje nos permite improvisar, decidir en cada momento qué hacemos. Aquí, Ramon es el cliente, a la vez que el creativo, la agencia, el productor, y yo el realizador, el director de fotografía, el iluminador, el editor.” Y aunque es una especie de anuncio de un libro, no tiene nada que ver con los tráilers de películas tradicionales. O al menos, eso intentan. “No queremos utilizar internet como un medio tradicional –aseguran ‘los Ramones’-, sino todo lo contrario; queríamos aprovechar las posibilidades de la red para hacer una propuesta espontánea, con sentido del humor, joven, alternativa, urbana. Queremos que la gente, al verlo, se quede con una sonrisa, que les llame la atención”.

El resultado final es una pieza de 40 segundos que ya corre por Internet, divertida, desenfadada y un poco gamberra. En ella, el intrépido jugador de futbolín que quería correr por la banda se atreve con todos los placeres de la vida, o al menos, la vida que él soñó que podría tener fuera del campo. Desde jugar a la petanca con un grupo de jubilados, hasta caminar descalzo por la arena, leer o emborracharse, “Lo colgamos en YouTube y lo envíamos a nuestros conocidos. La idea era que ellos, a su vez, se lo enviaran a sus respectivos conocidos, y así –explica Pardina-. Poca gente compra libros ya, y los pocos que lo hacen, por lo general, no se arriesgan; suelen optar por cosas de autores conocidos, que salen en la tele o que les han recomendado. Sólo los más aficionados van a una librería con curiosidad por descubrir nuevos autores. Por eso pensé que hacer un vídeo sería una forma de darme a conocer. Normalmente, a quienes se han leído mi libro les ha gustado y lo suelen recomendar, así que espero que esta especie de marketing viral sirva de algo.” Y mientras Balagué recoge la cámara y la guarda en la mochila, Pardina toma con cuidado a su jugador de futbolín y lo guarda, de nuevo, en el bolsillo de la chaqueta. “Lo has hecho muy bien”, le dice para tranquilizarlo. FIN.

(despiece)

De cómo una barra de labios te puede cambiar la vida

“Acabo de descubrir a Russian Red. ¡Pasaos por el MySpace de esta chica: http://www.myspace.com/russianready. ¡Es una verdadera delicia!”. Es uno de los muchos posts que aparecen si buscas “Russian Red” en Google. Además de vídeos en YouTube y de la página web de esta cantautora madrileña, cientos de blogs hablan de sus canciones. Es el fenómeno “boca a boca”, que tan bien funciona en Internet, y que ha propiciado que Lourdes Hernández adoptara el nombre artístico de Russian Red, en homenaje a su pintalabios; pasara de componer canciones en su cuarto a a grabar un disco (I Love Your Glasses, 2008); actuara en el stand de MySpace en el Primavera Sound en 2007 y este año repita; o que se disponga a emprender una gira por Alemania. Y es que a sus veintiescasos, esta chiquilla se está convirtiendo en un verdadero fenómeno dentro y fuera de la red.

Como la mayoría de proyectos, el de Lourdes también empezó casi por casualidad, cuando una amiga, hace ya unos cuantos veranos, le enseñó a tocar algunos acordes. A partir de entonces, empezó por ponerle música a algunas poesías y acabó escribiendo sus primeras casnciones. Hace un par de años se atrevió a colgar alguna cosa en internet y a subirse, por fin, a un escenario: actuó en la noche de micrófono abierto de Tres Tristes Trastes, en Madrid. “Me abrí un MySpace y me colgué una canción que había grabado yo misma con el ordenador, supercutre [ríe]. Me parecía que estaba muy bien eso de poder subir una canción y decirle a la gente: ‘Oye, que tengo una canción aquí subida, métete y escúchala a ver qué te parece. Luego empecé a poner las fechas de los conciertos que tenía hasta que fui a ver a unos chicos gallegos que tocaban en Madrid, a los que conocía de MySpace. Y, al cabo de unos meses, me ofrecieron que los teloneara en Vigo. Aquel fue el primer concierto en serio que tuve”.

Desde entonces no ha dejado de actuar; de hecho, ha tocado en la mayoría de ciudades españolas. Y, claro está, no ha dejado de ganar adeptos –que hasta hace pocos meses se tenían que contentar con conectarse a su página y a Youtube para disfrutar de su música- y de cosechar excelentes críticas. “Myspace es un medio de difusión importantísimo. Muchísima gente que me viene a ver a los conciertos me conoce por MySpace. Puede dar la casualidad de que alguien te haya visto en el algún periódico o en alguna revista y de allí hayan ido hasta la web. pero, por lo general, la gente me conoce, me escucha, decide si le gusto o no y si va a mi concierto a través de Myspace”, explica Lourdes. Y de momento, a Russian Red este nuevo canal le funciona a las mil maravillas.

Comprimidos de cine

¿Qué se puede contar en tres minutos y medio? Pues al parecer vidas enteras, tal y como demuestran año tras años los miles de realizadores que presentan sus micropropuestas al Notodofilmfest, el festival de referencia de cine en la red. Nació hace seis años y desde entonces ha servido de plataforma y escaparate de cosas que hacer en Internet con pocos recursos y mucha creatividad. Sólo el año pasado se presentaron más de 3.000 películas y se han descargado nada menos que cinco millones de copias a lo largo de sus ediciones anteriores, una cifra que ya la quisieran muchas salas de cine tradicionales para sí. Y esa cifra va en aumento. Quizás las claves del éxito sea la calidad de las películas ganadoras, el prestigio de los directores que han formado parte de los jurados (como Bigas Luna, Javier Fesser, o Guillermo del Toro, entre otros) de las ediciones anteriores y la popularidad que ha alcanzado entre los nuevos realizadores.

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