La pitillera de Víctor Ullate

Es uno de los bailarines y coreógrafos de clásico con mayor proyección internacional. Creó la primera compañía de ballet clásico de España y ha sido maestro de muchos de los grandes, desde Tamara Rojo a Ángel Corella.

(Perfil publicado el 8 de noviembre de 2014 en el suplemento Estilos de Vida, de La Vanguardia)

Foto: Ana Jiménez

Foto: Ana Jiménez

“En mi interior, bailo todo el tiempo, aunque sobre el escenario, ya nada”, asegura con una sonrisa franca Víctor Ullate y también cierta nostalgia (Zaragoza, 1947). Entonces, pensativo, levanta con elegancia un brazo y marca un gesto de ballet. “Sólo a veces, cuando quiero explicarle a un bailarín una idea doy algún paso para que me copie. Pero ahora, la verdad, es que disfruto mucho viendo cómo eso que tengo en la cabeza, que he creado, otros lo interpretan y ejecutan”.

Tal vez por ello, después de bailar y triunfar por medio mundo, junto a los grandes nombres de la danza, como Maurice Béjart o Rudolf Nureyev, volviera a España en 1979 con el encargo de montar la primera compañía nacional de ballet clásico. “No había dinero ni tampoco ideas claras, pero aún así acepté porque España no había una escuela de danza como era debido y yo quería situar mi país al nivel de Cuba, Italia, Estados Unidos, Inglaterra”.

Y lo ha intentando con pasión. Primero fundando una escuela de danza, por la que han pasado artistas de la talla de Tamara Rojo y Ángel Corella, a la que siguió su propio ballet que aún hoy dirige. También ha montado una fundación que ayuda a chavales con aptitudes para la danza y de familias con escasos recursos económicos. “Mi sueño es algún día poder disponer de un centro donde los chicos y chicas puedan dormir, pero también ir a la escuela y aprender danza”, explica. Aunque sabe que no será nada fácil. De hecho, su fundación atraviesa dificultades. “Nunca ha resultado sencillo dedicarse a la cultura y menos a la danza. Nos hace falta una ley de mecenazgo, tal vez así habría más empresas dando dinero a la cultura, como sucede en Estados Unidos o en Canadá”.

Tras toda una vida dedicada a la danza, asegura que solo hay un secreto para mantenerse en lo más alto: el trabajo duro y constante. “Antes de estrenar un espectáculo, sé que lo he dado todo, he puesto toda mi energía y mi ilusión. Por tanto, tiene que salir bien”. Nada de rituales ni de objetos fetiches como otros compañeros de profesión. Aunque, este coreógrafo, Premio nacional de Danza en 1989 y Medalla de Oro de las Bellas Artes en 1996, no se separa nunca de una pitillera amarilla, a pesar de que no fuma. “Me la regaló alguien muy querido e importante e mi vida. La llevo siempre en el bolso y la voy tocando, para que me traiga suerte”.

Al sur

A Ullate, hay dos cosas que le remueve el alma: el flamenco y Lorca. Hace unos años llamó a Enrique Morente a su casa para conocerlo y proponerle hacer algo juntos. “Víctor, qué ganas tenía de conocerte. Vente a casa esta tarde y hablamos”, dice que le respondió el cantaor. Durante horas Ullate y los Morente charlaron, compartieron arte y al final de ahí nació un proyecto, “Al sur”, una pieza de danza que mezcla la danza clásica con la esencia del flamenco para rendir un homenaje a los mundos y personajes de Lorca. La banda sonora son temas inéditos que Enrique Morente guardaba y que interpretan él y su hija, Estrella. “Al sur” puede verse en el Teatro Poliorama de Barcelona hasta el 2 de noviembre.

“Dígame si valgo”

Aún se adivina cuerpo de bailarín en este maño, para quien “la danza comienza cuando naces”. A los seis años les dijo a sus padres que él quería bailar y le pusieron un profesor de jotas aragonesas, al poco se pasó al flamenco, hasta que aterrizó en el estudio de la bailarina María de Ávila, donde “de querer ser un bailarín de flamenco, me convertí en uno de clásico”. Cuando tenía 16 años, la compañía de Maurice Béjart, uno de los más grandes bailarines y coreógrafos del siglo XX, presentó espectáculo en Madrid. El mismo día del estreno el maño se plantó frente el francés y le pidió una audición. “¿Tú has visto qué hora es? Pero si estamos a punto de empezar”, le espetó Béjart. Ullate no se dio por vencido. “Yo sólo quiero que usted me vea y me diga si valgo o no”. Y se puso a bailar frente a él. “Le caí tan en gracia que al ver que además bailaba bien, me contrató, a pesar de no tener un lugar en su compañía para mí”. Y así comenzó todo.

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