Las botas de flamenco de Israel Galván

Renovador del flamenco, es uno de los bailaores más prestigiosos del mundo. Acumula premios, como el Nacional de Danza o el Grand Prix de Danse francés. Ha acompañado y le han acompañado los grandes, Enrique Morente, Path Metheny, Miguel Poveda. E incluso se han escrito libros sobre su figura.

(Perfil publicado en el suplemento Estilos de Vida de La Vanguardia, el pasado 27 de diciembre de 2014)

Fotos: Ana Jiménez

Léelo en PDF: Las botas de flamenco de Israel Galván o si ho prefereixes, en català: Les botes de flamenc d’Israel Galván

O en texto seguido:

“El flamenco, si no te dejas un poquito la vida cuando lo bailas, es que no es flamenco. Así es”, sentencia Israel Galván (Sevilla, 1973) con una timidez que sorprende fuera del escenario. Porque en él es pura vida, puro nervio, pura fuerza. Que se contagia, que contamina al público que sale exultante de sus espectáculos. “Yo sólo cuento mi verdad. Porque si no, no podría bailar más. Me doy libertad en la forma, en los gestos. Y eso se respira. Mi energía es flamenca, mi ritmo es flamenco, mi gesto también lo es”.

Y lo es desde antes incluso de nacer. Porque asegura que ya bailaba en la barriga de su madre, que hasta el séptimo mes de embarazo no consintió en bajarse de los tablaos. Es lo que tiene nacer en el seno de una familia flamenca. “No he tenido otra opción que la de dedicarme a esto. No me dejaron tiempo para ver si me picaba el gusanillo, me lo inocularon directamente”, bromea.

Así es en la saga de la familia flamenca: “cuando tienen un niño desde chico le aprenden cosas. Y no sabe ni hablar, pero ya baila”. Y este bailaor conserva botas flamencas desde que era chiquitito y sus padres lo ponían sobre el tablao, con tres o cuatro años. “En aquel entonces no estaba feo que los niños actuaran. Era la época de Marisol, de Joselito. Y aunque para mí era un juego, ganaba mucho más dinero que todos los mayores, porque a mí me echaban hasta billetes de 5000 pesetas”, recuerda.

Galván abre su maleta, que acarrea a cuestas a todos lados cuando sale de gira por miedo a que se la vuelvan a perder –“Unos pantalones te los puedes comprar en cualquier lado, pero las botas que adaptas a tu pie, no”-, y aparecen tres o cuatro pares. Toma unas negras de terciopelo y las muestra. “Son mi herramientas de trabajo, donde mejor hablo, son mi acento”, asegura. Y son también las que sus niños le esconden y le tiran a la basura para que no se vaya de gira.

De él, otro grande del flamenco, Enrique Morente, solía decir que era el más viejo de todos los bailaores jóvenes. “Enrique fue el único que se percató de que uso poses de bailaores mu de antes que he visto en fotos. Durante tiempo era muy divertido porque los críticos decían que si yo hacía cosas de Nacho Duato, o de danza contemporánea, cuando aquello era flamenco viejo”.

Del exterminio gitano a las raíces del baile

Hace un año, Galván visitó el Mercat de les Flors, en Barcelona, con su espectáculo Lo real, donde narra el exterminio gitano durante el holocausto. En aquel entonces, explica el sevillano, se le acercó el director del centro, Francesc Casadesús, y le dijo: “¿Conoces a Akram Khan? Porque yo creo que podríais unir lenguajes”. Y lo mismo le sugirió al coreógrafo inglés, uno de los más prestigiosos en danza contemporánea del mundo así como en kathak, una danza tradicional pashtun. Y de esa idea lanzada ha surgido Torobaka (2014), un intercambio artístico entre el bailarín inglés y el sevillano en el que buscan las raíces, puras, desnudas, de sus respectivos lenguajes. ¿Y el resultado? Pues cuando la pieza se estrenó en Barcelona, hace unas semanas, la platea al completo se puso en pie y estuvo aplaudiendo y taconeando durante más de cinco minutos. ¡Olé, olé y olé!

Cuentan que Galván, cuando empezó a coreografiar sus espectáculos, pasó una profunda crisis que le duró años. Suerte del apoyo incondicional de la familia. Le decían ‘pero ¿y esto qué es? porque ni es flamenco ni danza’, a lo que él respondía encogiéndose de hombros. “Es mi verdad”, les decía. Hoy se le reconoce haber inventado un lenguaje expresivo propio, rompedor, renovador del flamenco. Y eso le ha valido el Premio Nacional de Danza y el Grand Prix de Danse entre otros.

Deja un comentario