El mejor alimento para el bebé

Evita alergias e infecciones; previene la obesidad infantil y los problemas cardiovasculares; e incluso hay indicios de que favorece el desarrollo de las capacidades cognitivas del niño. La lactancia materna, coinciden los expertos, es el mejor regalo que una madre puede hacerle a su hijo. Pero no es el único.

(Reportaje publicado en el Magazine, el pasado 30 de marzo de 2015)

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Eva no podía creer que aquello le estuviera pasando a ella. Desde mucho antes de quedarse embarazada, había tenido claro que quería darle el pecho a su hijo. De hecho, no comprendía que hubiera mujeres que optaran de buenas a primeras por el biberón. “¿Qué puede haber mejor que la leche materna, que la crea tu organismo especial para tu hijo? Es lo natural, lo que ha hecho siempre la humanidad por instinto, lo que hacen todos los animales”, argumentaba.

Sin embargo, sus problemas comenzaron ya al tercer día de dar a luz por cesárea a Biel. Tenía los pezones planos y el pequeño no conseguía engancharse bien. “Veía las estrellas cada vez que me ponía al niño en el pecho. Entramos en un bucle muy negativo: él no se cogía bien porque yo no sabía colocarlo y yo no quería cogerlo porque me dolía el pecho”, recuerda esta mujer.

Y así un mes, hasta que al ver que Biel no aumentaba de peso, preocupada, acudió a un grupo de apoyo a la lactancia y también se puso en contacto con una consultora en lactancia materna, que la tranquilizó y le devolvió la confianza en sí misma. Como Eva, muchas mujeres experimentan algún tipo de dificultad para amamantar a sus bebés. Para algunas resulta una experiencia dolorosa, les salen grietas en los pezones que llegan incluso a sangrar, mastitis, obstrucciones. Otras sienten que no tienen suficiente leche y optan por pasarse al biberón.

Bibi tenía claro desde el primer momento que prefería ahorrarse todos esos malos tragos. “Tenemos un montón de amigas que están desquiciadas”, cuenta su pareja, Edu, que prosigue que “dar el pecho es ser completamente esclava de ese bebé y comporta a menudo mil problemas: que si no se coge bien, que si a ellas les duele el pecho, que si tienes al niño colgado de la teta 24 horas…”. Y explica que aunque la decisión la tomó ella, a él le pareció bien porque “así puedo también compartir la lactancia de mi hijo. Para el padre es más integrador”. Eso sí, han tenido que hacer frente a alguna mirada y comentario de desaprobación.

Un instinto natural

Muchos problemas de lactancia tienen su origen en la desinformación.“En esta sociedad en que vivimos nos preparamos para casi todo, menos para ser padres. La mayoría de mujeres que están pariendo ahora fueron alimentadas con biberón, porque entonces los médicos te decían que era mejor la leche de fórmula que la materna; así que ahora ellas no pueden acudir a sus madres para que las aconsejen”, se lamenta Fátima Crispi, médico experta en medicina materno fetal de BCNatal (Hospital Clínic-Hospital Sant Joan de Déu).

Anna Maria Morales, doula y consultora en lactancia, asegura que exceptuando algunos casos de mujeres que padecen algún problema hormonal u otras que carecen de suficiente glándula mamaria, algo realmente excepcional, el resto de mujeres, todas, pueden dar el pecho. “Lo que a ocurre es que a menudo no reciben suficiente información ni apoyo y no se respectan los procesos naturales”.

Para esta doula al frente del centro de salud familiar Marenostrum, ubicado en Barcelona, las primeras horas de vida del recién nacido son cruciales para que se pongan en marcha los instintos que llevamos incrustados en nuestro ADN y que garantizarán una buena lactancia. El pequeño viene programado para saber mamar y si se coloca nada más nacer sobre el abdomen de la madre, ambos desnudos, lo que se conoce como piel con piel, en poco tiempo regula por sí mismo la temperatura corporal, reconoce mediante el olfato a su madre, y alcanza el pezón para realizar la primera toma y luego caer en un sueño profundo durante horas. “El bebé guía y la madre ayuda. Es un instinto natural, por lo que es esencial no perturbar ese primer momento”, aconseja Morales.

Las 48 horas siguientes al parte son también esenciales. Hasta ese momento, la madre tiene calostro, un tipo de leche muy densa, rica en grasas, proteínas y anticuerpos que actúa como una especie de vacuna, protegiendo al bebé de infecciones y activando su sistema inmune. Aunque al principio pueda parecer que es poca cantidad, es suficiente para un estómago del recién nacido, del tamaño de una moneda de euro.

“Es un momento horrible. Las hormonas bajan, comienza a salir la paliza del parto, sube la leche, te duele el pecho, tienes fiebre, estás cansada, ves que el niño ha perdido peso… y encima no te dejan en paz: que si entra una enfermera, que si las visitas, que si ahora el servicio de catering del hospital, el teléfono que no para… No te dejan dar de mamar tranquila. Aumenta tu nivel de estrés y el del niño. Se dan todos los ingredientes para que la cosa vaya mal. De hecho, el 90% de las consultas que hago son para arreglar lo que no se hace del todo bien en muchos hospitales esos primeros días que son cruciales”, relata Morales.

Arlet, en cambio, es un ejemplo del caso contrario. Al poco de nacer, ya estaba succionando el pezón de su madre. “Al principio estaba agotaba por todo el esfuerzo del parto, que en mi caso fue natural, pero hicimos el piel con piel y un ratito después empezó a mamar. Al salir del hospital incluso ya había ganado peso”, cuenta Neus, de 30 años, que afirma que una de las cosas que tuvo claras desde que supo que estaba embarazada es que no quería que nada le generara frustración, ni el parto ni la lactancia.

“Durante la gestación, te enfrentas a una serie de incertezas. Piensas qué te gustaría hacer, cómo te gustaría que fuera, pero que eso acabe sucediendo o no depende de muchas cosas, no sólo de ti. Y para mí era importante estar abierta a lo que pudiera ocurrir, no obsesionarme con que, por ejemplo, quería dar el pecho. Si podía bien, si no, no pasaba nada. Creo que con una actitud más abierta se pueden conseguir más cosas”, considera.

 

El mejor alimento

Los beneficios de la leche materna son numerosos y están más que comprobados. Para Crispi, “es uno de los mejores regalos que una mujer le puede hacer a su hijo”. Existe abundante evidencia científica que demuestra que tomar leche materna disminuye el riesgo de obesidad de los niños, la incidencia de asma y estimula el desarrollo cerebral. Investigadores de la Universidad de Brown, en los EEUU realizaron un estudio con 133 pequeños de entre 10 meses y cuatro años de edad a los que realizaron resonancias magnéticas del cerebro mientras dormían. Comprobaron que aquellos que habían sido amamantados de forma exclusiva con leche materna al menos tres meses tenían un mayor desarrollo en zonas del cerebro relacionadas con el lenguaje, la función emocional y la cognición.

Además, dar el pecho ayuda a establecer el vínculo emocional, tan necesario, entre madre e hijo. Y ayuda a la mujer a recuperarse antes del parto, a que el útero se contraiga de nuevo y a perder los kilos ganados, puesto que generar leche cada día supone invertir alrededor de 500 calorías. También se segrega oxitocina, un neurotransmisor que ayuda a las mujeres a estar en una especie de nube, muy beneficioso para lidiar con el estrés de los primeros meses de vida del recién nacido.

Por si fuera poco, se ha visto que la lactancia materna protege contra el cáncer de mama y de ovarios. Un estudio publicado en 2010 demostró que las mujeres que tenían casos de cáncer de mama en la familia, disminuían casi en un 60% su riesgo de padecer la enfermedad si daban de mamar a sus hijos .

Pero, ¿y si a pesar de todo una madre no quiere dar el pecho? “En ocasiones a las clases preparto vienen parejas que desde el primer momento me dicen que le darán biberón al niño. Les pregunto si tienen la información adecuada para saber si están decidiendo bien. La mayoría de veces esa información está basada en mitos y leyendas como: ‘se me caerá el pecho’, ‘es doloroso’, ‘todas mis amigas lo han pasado fatal y les han sangrado las tetas’”, cuenta Anna Maria Morales, doula y consultora en lactancia.

Si se opta por la lactancia artificial, hay que intentar, aconsejan los expertos, que se parezca lo máximo posible a la materna: coger al niño en brazos, piel con piel; dar volúmenes pequeños adecuados a su estómago. “Por mi experiencia, muchas mujeres que habían decidido previamente no dar de mamar, cuando tienen la información adecuada, lo intentan”, asegura Morales.

 

Somos lo que comemos

Tan importante como la leche materna para la salud del bebé es la dieta que siga su madre durante el embarazo y la lactancia. “Lo ideal sería que la pareja que quiere tener un hijo viniera a la consulta antes, así podríamos realizar unos análisis, comprobar su estado de salud y aconsejarlos”, explica Crispi, de BCNatal. De los alimentos que ingiere la madre el feto extrae los nutrientes con los que construirá su organismo, que debe durarle toda la vida. “Todos deberíamos comer bien, estemos o no esperando un bebé. Pero ese consejo es especialmente importante en el embarazo, porque la dieta que sigamos no sólo nos afecta a nosotros, sino también a nuestro hijo”, señala Crispi.

Los expertos en medicina materno fetal recomiendan seguir una dieta rica y equilibrada, con productos frescos, abundancia de frutas y verduras, cereales, y una buena ingesta de proteínas, sobre todo de pescado. Ingerir al menos dos porciones de pescado y marisco a la semana es esencial para el correcto desarrollo del bebé y mejora su capacidad intelectual, según demostró un estudio realizado por la Universidad de Granada y publicado en el American Journal of Clinical Nutrition; vieron que niños cuyas madres consumían más pescado durante el embarazo obtenían mejores resultados en pruebas de inteligencia verbal, habilidades de motricidad fina y conducta social.

Y no hace falta, como se solía decir hace unos años, comer por dos. Los expertos recomiendan ingerir pequeñas porciones unas cinco veces al día y mantener el peso a raya. Las mujeres con sobrepeso antes de quedarse encinta tienen más probabilidades de presentar problemas de salud, desde diabetes gestacional a hipertensión, complicaciones en la placenta, parto prematuro o por cesárea. Además, los bebés que nacen de madres con sobrepeso presentan mayor riesgo de desarrollar defectos de nacimiento, como macrosomía, esto es un tamaño fetal por encima de la normalidad (por encima de los 4-4,5kg al nacer), que los predispone a la obesidad y a un riesgo mayor de padecer cardiopatías.

Ahora bien, un bebé que nace con poco peso también resulta un problema. “A veces se debe a que la madre no come lo debido, pero otras a que la placenta no está bien y no le pasa alimento suficiente al feto”, explica Crispi. Estos bebés desarrollan un perfil ahorrador: sus células se programan para vivir en un entorno en el que hay poca comida, por lo que intentan almacenar cuanto pueden. “Son los típicos que de mayores dicen que comen poco y engordan mucho”, indica esta médico. No es el único problema de salud que presentan. En el Hospital Clínic han demostrado que las paredes de las arterias de los niños por debajo del peso normal son más gruesas, como si tuvieran una pre arteriosesclerosis.

Está en marcha un ambicioso proyecto europeo, llamado Nutrimenthe, que arrancó en 2008, que investiga los efectos a largo plazo de determinados nutrientes, como las proteínas, los ácidos grasos Omega-3, y algunas vitaminas como la B o ácido fólico, el hierro, el yodo y el calcio, sobre el desarrollo cognitivo, emocional y conductual de los niños. El objetivo es crear una base científica sólida que permita establecer una serie de recomendaciones a las mujeres embarazadas para beneficiar al desarrollo mental del bebé.

Hace unos años una investigación realizada en Suecia y publicada en el British Medical Journal, constató que aquellas mujeres en cuya alimentación predominaban alimentos como las verduras, el aceite de oliva extra virgen, la fruta, el pescado y los cereales, y además bebían agua en lugar de bebidas azucaradas, tenían menos riesgos de tener un parto prematuro –asociado a un elevado porcentaje de muertes prenatales-, en comparación con mujeres que se alimentaban a base de comida rápida y refrescos. En Nature, una investigación con modelos animales demostró que la dieta materna condiciona el sistema inmunitario del feto.

Curiosamente, aunque siempre se ha tenido en cuenta la dieta de la madre, también la alimentación del padre antes del embarazo puede repercutir en la salud del futuro hijo. Un equipo de investigadores de la Universidad de MacGill, en Canadá, se centró en la vitamina B9, el ácido fólico, en un estudio realizado con ratones; vieron que si los futuros padres tenían una dieta carente de ácido fólico, los descendientes tenían un 30% más de riesgo de desarrollar problemas de salud.

 

 

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Nutrientes indispensables en la dieta de la embarazada

La Fundación Fetal Medicine de Barcelona han editado un libro, “40 recetas para 40 semanas de embarazo”, en el que explica qué nutrientes son básicos y por qué durante el periodo de gestación. Estas explicaciones y recomendaciones se completan con las recetas de varios chefs estrella Michelin, como Paco Roncero, Carme Ruscalleda, Elena Arzak o Quique Dacosta. Todos los beneficios generados por la venta de este libro se destinan a programas de investigación y formación.

Estos son algunos de los elementos fundamentales:

Ácido fólico: Es un tipo de vitamina B. Ayuda a prevenir los defectos del tubo neural, las malformaciones cerebrales y de la médula espinal, como la espina bífida, una grave enfermedad. Se encuentra en verduras de hoja verde, cereales, algunos frutos secos. Es difícil llegar a las cantidades recomendadas sólo a través de la dieta por lo que se suelen recetar complementos vitamínicos.

Calcio.- Es esencial para formar los huesos del feto. Se recomienda una buena ingesta de leche, queso, yogur, que además aportan riboflavinas y vitamina B12. Además de los lácteos, hay otros alimentos que aportan calcio como las leches de avena y almendra enriquecidas, el tofu, el brócoli, las verduras de hoja verde, el sésamo, las almendras, las sardinas.

Yodo.- Crucial para el desarrollo del sistema nervioso del bebé y de su cerebro. Se encuentra en el marisco. De ahí que se recomiende a las embarazadas al menos dos raciones de marisco a la semana.

Omega-3.- Este ácido graso tiene un efecto protector ante las enfermedades cardiovasculares, es beneficioso para el desarrollo del sistema nervioso y la visión del bebé. Se encuentra en el pescado azul, como el salmón. También en algunos frutos secos, como las nueces, y en frutas como el kiwi. “Hay embarazadas que no toman pescado azul por miedo a las concentraciones de mercurio, dañinas para el feto. Pero si toman pescado azul procedente de nuestras costas, pueden comerlo sin miedo. Es una fuente excelente de omega-3 y libre de mercurio”, señala la doctora Fátima Crispi, de BCNatal.

Lípidos.– Se encuentran en aceites y grasas y contribuyen al desarrollo de los órganos fetales y de la placenta. Especialmente recomendable es el aceite de oliva. Es conveniente limitar el consumo de grasas de origen animal, los fritos y las grasas en alimentos procesados.

 

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