Las velas de Elena Gadel

Fue una de las primeras participantes de Operación Triunfo. Compagina su carrera como cantautora con la de musicales. Dio vida a la divertida e irónica Rizzo, de Grease, y ahora prepara a Rosa de El Principito. Mientras, compone. Y ahora se atreve con el flamenco.

Fotos: Maite Cruz

Fotos: Maite Cruz

 

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Iba –o eso cree ella- para maestra y de repente, estaba encima de un escenario, deslumbrando a media España con su voz. Como se suele decir, la de vueltas que da la vida. Por manida que esté la frase. Porque Elena Gadel (Barcelona, 1982), de chica ponía a sus muñecas en fila, delante de una pizarra. Y les enseñaba a leer y las regañaba si se despistaban. “¡Era muy mandona!”. Cantar, también cantaba, “en todas partes, siempre estaba haciendo el tonto y no lo hacía mal”. Pero ni se le había pasado por la cabeza dedicarse al arte. “Eso me vino después, como un regalo de la vida”, recuerda.

Esta muchacha de rizos negros y sangre andaluza le daba al gospel en un coro en el instituto “como hobby”. Hasta que las amigas le insistieron tanto para que se presentara a un famoso concurso de la tele que al final accedió, “un poco por probar, sin pensar realmente en serio que me cogerían”. Y eso que entonces “ya escribía mis propias canciones, pero no las había enseñado, porque no creía demasiado en mí”. Y vaya si entró. Y aquella experiencia le cambió la vida.

Desde entonces, Gadel ha grabado cuatro álbumes, el último “Delicada”. Y ha salido del armario de los musicales. Ha dado vida a Blanca de Mar i cel, un montaje de Dagoll Dagom, y a la Rizzo de Grease. Ahora anda liada preparando El Principito, bajo las órdenes de Àngel Llàcer.

Para Gadel, “todo lo que he aprendido en los musicales me sirve para mis conciertos. En los musicales tienes que sentir las palabras que dices. Y es algo que siempre intento en mis canciones, explicar una historia, que son cosas personales que me han pasado, que llegue a la gente”.

Y desde que se dedica a la música, dice, está a menudo rodeada de mucha gente que ni conoce, por lo que valora mucho tener un momento para ella y poderse dedicar a la lectura, a componer, a ver la tele, a simplemente estar. “Soy muy hogareña, me gusta mucho estar en casa y cuando estoy, me apetece estar bien”. Para ello, cuenta, tiene colocadas velas por todas partes, porque su luz le resulta acogedora. Sus amigos lo saben y se las regalan de todas formas y colores. Algunas son muy curiosas, como una negra grande en forma de clave de sol.

“Antes me daba miedo estar sola y en cambio ahora es una de las cosas que más agradezco. Me gusta llegar a casa, prepararme un té y poder disfrutar de un buen libro o simplemente ver la tele rodeada de la calidez de las llamas de las velas”.

 

Delicada

Su madre es de Granada. Y a ella el flamenco siempre le ha tirado mucho. “Son raíces y alma”, asegura. Sin embargo, nunca se había atrevido a utilizarlo para cantar. Hasta que empezó a gestar este último álbum, Delicada. “Me plantee que si me gustaba tanto, si lo escuchaba siempre, ¿por qué no demostrarlo cuando cantaba? Y ahora todas las versiones que hago de La llorona, de Joan Báez, las tiro hacia allí. Y me lo paso genial. Me siento muy cómoda haciendo aquella música que siento bonita”.

Asegura Gadel que no le recomienda a nadie vivir con ella mientras está haciendo un musical. Y muy seria explica: “No hablo, sigo una disciplina muy dura; todo el día estoy a base de infusiones para la voz, vahos, con la mantita encima. Cantar en un musical es muy bonito pero muy cansado, porque a menudo tenemos dos sesiones un mismo día. Quedo agotada. Así que ni puedo salir. Es función y a casa. Y así los meses que dure”.

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