Prevenir el cáncer de mama

A pesar de que algunos tipos de tumores tienen un origen genético, la mayoría se pueden favorecer o tratar de evitar mediante nuestro estilo de vida. Una alimentación equilibrada y variada, practicar ejercicio de forma regular y un descanso reparador son medidas para mantener la enfermedad alejada.

(Reportaje publicado en el número de diciembre de 2014 de la revista Cuerpo Mente)

Captura de pantalla 2015-02-03 a las 10.32.53

Para cuando le diagnosticaron un cáncer de mama, Angélica ya llevaba meses con el corazón compungido. Hacía más de un año que se notaba un pequeño bultito en el pecho. “No es nada, mujer. Vete tranquila”, le dijo su médico tras ver los resultados de una mamografía. Pero los meses iban pasando, el bulto parecía crecer, le dolía y esta mujer, que entonces acababa de cumplir los 45 años, tenía una intuición cada vez más certera de que algo malo estaba ocurriendo.

“Volví a ir al médico, que al verme tan preocupada, decidió realizarme una biopsia. Recuerdo que el día que me confirmó que sí, que tenía un cáncer de pecho, al salir de la consulta tenía unas ganas horribles de llorar. Estaba muy asustada”, explica Angélica, que ahora, cinco años después y ya totalmente recuperada, sigue emocionándose al recordar aquel momento.

Como a ella, cada año en España se diagnostica cáncer de mama a unas 22000 mujeres, según datos de la Asociación española contra el cáncer (AECC). Esta incidencia nos sitúa por debajo de países como Estados Unidos, Reino Unido y Holanda, pero muy por encima de otros como Japón. Afortunadamente, hoy en día el 80% de los cánceres de mama se curan, una cifra que ha ido mejorando progresivamente en los últimos años.

“Cada vez sabemos más acerca de la biología molecular de estos tumores, lo que nos ha permitido avanzar mucho en su tratamiento. Y eso sumado a la mejora de los programas de cribado y análisis, que permiten diagnosticar la enfermedad en sus primeros estadios, está conduciendo a que hoy en día este cáncer sea uno de los que tienen mayores niveles de superación”, explica José Manuel Pérez, oncólogo médico del Grupo de cáncer de mama y melanoma del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO).

Aunque solemos hablar de esta enfermedad en singular, existen diversos tipos de tumores y si bien puede existir un componente genético que los provoque, se sabe que determinados factores ambientales y de estilo de vida pueden favorecer o prevenir su aparición.

Factores de riesgo

Detrás del cáncer no se encuentra un solo motivo. Natàlia Eres, oncóloga integrativa, recalca que el cuerpo humano es muy resistente y tiene una gran capacidad de reparación, y que esta enfermedad es multifactorial. “A lo largo de la vida se van sumando impactos e impactos, hasta que al final el organismo se colapsa allí donde más impactos tiene”, afirma. Sobre algunos de esos impactos no podemos hacer nada, como la edad; como ocurre con la mayoría de cánceres, a más años, más probabilidad de desarrollar un tumor de mama. Los antecedentes familiares son también importantes; entre un 20 y un 30% de las pacientes tienen en su familia a algún miembro con algún tipo de cáncer. Y existen algunas mutaciones, como las de los genes BRCA1 y BRCA2, que hacen que sus portadoras tengan un riesgo incrementado de padecer la enfermedad.

No obstante, el hecho diferencial del cáncer de mama respecto a otros es su estrecha relación con las hormonas femeninas. Se ha demostrado que un elevado grado de exposición de la mujer a estrógenos a lo largo de su vida aumenta el riesgo a padecer la enfermedad. Así tener la primera menstruación antes de los 12 años o entrar en la menopausia más allá de los 55, aumenta las probabilidades de desarrollarla, como no tener hijos, tenerlos después de los 30 años o no dar lactancia materna.

Las terapias con estrógenos, como la de reemplazamiento hormonal que suele receptarse a mujeres postmenopáusicas, los tratamientos de fertilidad y también los contraceptivos orales suponen también un cierto aumento de peligro al tener como base los estrógenos.

Obesidad, deporte y alcohol

La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el 21% de las muertes por cáncer de mama en todo el mundo son atribuibles al consumo de alcohol, a la obesidad y al sedentarismo. El alcohol está vinculado a un aumento del nivel de estrógenos y otras hormonas asociadas al cáncer de mama receptor hormonal positivo, que es el más frecuente. Según breastcancer.org, la principal organización sin ánimo de lucro norteamericana sobre esta enfermedad, en comparación con mujeres que no toman nada de alcohol, aquellas que beben al menos tres vasos de vino, cerveza o combinados a la semana, tienen un 15% más riesgo de desarrollar un tumor de mama. “No se trata de dejar de beber, pero sí de reducir la cantidad que tomamos”, considera la oncóloga Natàlia Eres, para quien media copa de vino o un quinto de cerveza al día es el máximo recomendable.

La obesidad es otro de los factores estrechamente relacionados con el cáncer, también el de mama. La razón es que es en las células del tejido adiposo -la grasa corporal- donde se fabrican las hormonas femeninas, sobre todo a partir de la menopausia. Por tanto, cantidades elevadas de tejido adiposo aumentan los niveles de estrógeno en el organismo, lo que puede conducir a un crecimiento más rápido de tumores estrogenosensibles.

El tercer factor que señala la OMS es el sedentarismo. La falta de ejercicio físico se asocia a múltiples enfermedades, como diabetes, cardiopatías, y también cáncer. Se ha demostrado que practicar deporte cardiovascular de forma regular, como bicicleta o natación, reduce la grasa corporal, lo que a su vez baja los niveles de hormonas promotoras del cáncer, como el estrógeno, en el organismo; además, ayuda a eliminar los metabolitos o productos de deshecho de las hormonas. Los expertos recomiendan practicar como mínimo 3,5 horas de ejercicio a la semana.

La prevención, en nuestra mano

La alimentación es otro pilar fundamental de prevención. La World Cancer Research Fund publicó en 2007 un informe exhaustivo que vinculaba el 30% de los cánceres directamente a nuestros hábitos alimentarios, una cifra que el doctor Richard Béliveau, director del Laboratorio de Medicina Molecular en la Universidad de Montreal (Canadá) y tal vez uno de los científicos que más ha estudiado la relación entre la alimentación y el cáncer, eleva al 70% de los casos.

En la actualidad se está investigando mucho acerca de la relación entre alimentación y cáncer de mama, sin embargo hay poco consenso por el momento entre la comunidad científica. Muchos expertos son algo escépticos y se limitan a aconsejar una dieta equilibrada, sana y variada, sin dejarse abrumar por los llamados alimentos anticáncer. Otros, en cambio, insisten en la necesidad de seguir dietas libres de estrógenos en el caso del cáncer de mama.

“Nuestra sociedad está un poco obsesionada con obtener un ABC de la dieta. Queremos saber qué alimento va bien para tal cosa y ya está, como si fuera un medicamento. Pero no funciona así. Se trata de tomar consciencia de nuestra alimentación en global”, destaca la nutricionista especializada en oncología Pilar Sala, que recomienda una ingesta elevada de fibra, frutas y verduras, optando por los granos enteros en lugar de los refinados y, sobre todo, disminuyendo la ingesta de proteína animal, puesto que actúa de disruptor hormonal, es decir, que es capaz de alterar el equilibrio hormonal del organismo. Y proteína animal no es sólo carne, sino también huevos, embutidos y lácteos.

“Es mejor que obtengamos la proteína que necesitamos de los germinados, ya sea de brócoli, alfalfa, rabanitos, que contienen tanta proteína como un bistec. También de las legumbres”, recomienda esta nutricionista Sala, quien añade que, además, es mejor optar por alimentos ecológicos, libres de tratamientos hormonales para estimular su crecimiento.

Se suele decir que las verduras crucíferas, como el brócoli, las coles de Bruselas, o la coliflor, son alimentos anticáncer. Lo cierto es que tienen unas propiedades muy interesantes para prevenir la enfermedad: son antiinflamatorios, bloquean a los carcinógenos y tienen efectos antibacterianos y antivíricos. “Para aprovecharnos de estos beneficios, debemos consumirlas en crudo o al vapor”, recomienda Sala, quien señala que solemos abusar de la cocción de los alimentos y reclama que se ingieran más verduras crudas, como ensaladas, más ricas en enzimas beneficiosas que interactúan de forma beneficiosa con el sistema inmune.

Los ácidos Omega-3 son otro buen aliado para la lucha contra el cáncer. Se encuentran en buena medida en el pescado azul. Ahora bien, lo que desconocemos es que “al hacerlo a la plancha y someterlo a altas temperaturas destruimos el omega 3. Es más aconsejable comer el pescado crudo, marinado, o acostumbrarnos a poner la plancha a fuego bajo, hacer lechos de cebolla y tomate para colocarlo encima, o incluso poner unas gotitas de limón para evitar que el pescado se queme y genere benzopireno, que es cancerígeno”, aconseja Sala.

Baños de sol y descanso reparador

No sólo comer bien es esencial. También darnos baños de sol semanalmente, para estimular la producción de vitamina D, una aliada de la lucha anticáncer. 15 minutos tres veces por semana, en horas de baja insolación, es suficiente. Dormir bien es asimismo fundamental. El organismo aprovecha las horas de sueño para repararse, de ahí que sea necesario un buen descanso que siga los ciclos naturales del organismo.

Y, por último, bajar revoluciones. Aunque no existen estudios concluyentes que vinculen directamente un estrés elevado y continuado con la aparición del cáncer, se sabe que la liberación de hormonas del estrés, como el cortisol, en gran cantidad son tóxicas y acaban afectando al tejido mamario. “No se trata sólo de lo que le entra al cuerpo, también del desgaste que tiene a diario porque la salud y la enfermedad se generan a lo largo de un día, que es el ciclo que se parece más al ciclo celular”.

Evitar algunos productos químicos

Estamos expuestos a niveles altos de contaminación ambiental por xenoestrógenos, estructuras similares a los estrógenos o capaces de alterar el equilibrio hormonal femenino y pueden aumentar la incidencia del cáncer de mama. Estos xenoestrógenos se encuentran en la polución ambiental, pero también en muchos plásticos, por eso es preferible no usarlo ni para guardar alimentos ni para prepararlos. Muchos cosméticos también contienen productos que actúan como disruptores hormonales, según información publicada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Para empezar, parabenos, usados como conservantes en maquillajes, cremas hidratantes, geles de baño, champús; penetran en la piel y actúan como un estrógeno débil. El aluminio, habitual en muchos desodorantes, está cada vez más relacionado con el cáncer de mama. Tampoco resultan los ftalatos, unos disolventes presentes en las lacas de pelo y los productos de manicura.

Una respuesta a “Prevenir el cáncer de mama

  1. Excelente artículo. Muy buena información. Quiero agregar que El Women’s Internention Nutrition Study (WINS) valoró los efectos de la alimentación con poca grasa en la reaparición del cáncer mamario en mujeres postmenopáusicas tratadas previamente por dicha neoplasia. Se hizo una asignación aleatoria de con cáncer mamario, con edad media de 62 años, para recibir una dieta corriente (grasas 40%) y otro grupo con dieta baja en grasa (26%). A los cinco años el cáncer mamario habia reaparecido en 9% de mujeres en el grupo de la dieta baja en grasa, en comparación con el 20% de aquellas que recibieron alimentación estandar.
    http://www.medicinahogar.com/prevencion-del-cancer.php

Deja un comentario